Sin duda alguna, el Premio Nacional de Cómic recibido por Paco Roca (1969) en el año 2008 por su particular visión del alzheimer en Arrugas ha sido el mejor y más destacado reconocimiento para un autor cuya trayectoria incluye multitud de títulos para La Cúpula, como El juego lúgubre o GOG. Sin embargo, fue con Arrugas cuando consiguió convertirse en un autor en boca del gran público, incluso aquel que no compra nunca cómics. Tras tratar el tema de los campos de concentración franceses en la Guerra Civil española con El ángel de la retirada, Roca ha vuelto a ponerse en primera fila recientemente con El invierno del dibujante, una recreación de la fuga de cinco dibujantes de la mítica editorial Bruguera, que le ha valido hace apenas unos días el premio a mejor obra y mejor guión del Salón del Cómic de Barcelona.
Con Paco Roca, completo un trío de premios nacionales (uno de cómic, Bartolomé Seguí; y otro de ilustración, Ana Juan) con los que cuento hasta ahora en mi colección. A pesar de reconocer que jamás había dibujando al detective, Roca consiguió un personaje que encuentro ciertamente acertado, amén de ese guiño divertido en la dedicatoria.
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